Casi cuarenta años después del estreno de la primera película de los Hermanos Marx, el historiador cinematográfico Paul D. Zimmerman escribió que el trabajo de la camara en Los cuatro cocos «mostraba la movilidad de una boca de incendios de hormigón atrapada en una helada invernal». Cineastas como Charlie Chaplin y Buster Keaton se movían libremente porque el público no oiría el chirrido de las camaras: Los directores de las películas sonoras no podían tomarse esas libertades. En el escenario de sonido, los micrófonos ampliaban el crujir de los periódicos y los gráficos hasta que llegaban a parecer detonaciones; Ryskind, el guionista de la película, descubrió que «el zumbido de una mosca sonaba como un aeroplano». Para resolver ese problema Florey ordenó que todos los accesorios de papel estuvieran empapados en agua. Eso les daba un aspecto descuidado y subacuático, pero a esas alturas del rodaje el realismo ya se había tirado por la borda.
Los primeros pasos del cine sonoro, reflejados en Groucho, una biografia, de Stefan Kanfer.
Deja una respuesta