Entendámonos: los espacios entre los átomos son relativamente inmensos. Es decir, inmensos con relación al tamaño de los átomos. Si todos los átomos que componen tu cuerpo fueran comprimidos unos contra otros, sin que quedara el menor espacio entre ellos, tú seguirías pesando lo mismo, pero no abultarías más que una cabeza de alfiler.
La mosca, de George Langelaan.
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